La verdad detrás del mito de "El Dorado"
El sueño de El Dorado, la ciudad perdida hecha de oro, llevó a muchos conquistadores a emprender una búsqueda inútil, y muchas veces mortífera, a través de las selvas y montañas de Suramérica. Pero siempre fue en vano, según confirman descubrimientos arqueológicos recientes, "El Dorado" no era realmente un lugar, sino una persona.
La búsqueda de una ciudad de oro siempre fue en vano. |
La llegada de
Colón a América en 1492 marcó el inicio de un choque de culturas como pocos
registra la historia. Fue una brutal confrontación de visiones completamente
opuestas sobre lo humano y lo divino.
El mito europeo
sobre una ciudad perdida de oro que estaba ahí para ser descubierta por un
conquistador aventurero encapsula la sed insaciable de los europeos por el
metal dorado y el deseo inquebrantable de exprimirle todo el jugo a las nuevas
tierras.
El mito
suramericano de El Dorado, por otra parte, revela la verdadera naturaleza del
territorio y las personas que vivían ahí. Para éstas, El Dorado nunca fue un
lugar, sino un gobernante tan rico, que supuestamente se bañaba en oro de pie a
cabeza cada mañana y se lavaba todas las noches en un lago sagrado.
La verdadera
historia detrás del mito ha sido reconstruida como un recompencabezas en años
recientes utilizando una combinación de textos históricos antiguos e
investigación arqueológica.
Ceremonia dorada
En el corazón de la misma se encuentra una
ceremonia real llevada a cabo por los pueblos Muisca, que hacen vida en el
centro de Colombia desde el año 800 d.C. hasta nuestros días.
Diferentes cronistas españoles que
llegaron al continente a principios del siglo XVI la describieron como la
ceremonia de "El Dorado". Uno de los mejores relatos lo produjo Juan
Rodríguez Freyle.
En busca de la ciudad perdida
Año 800 d.C.: La
cultura Muisca comienza a florecer en lo que hoy es el centro de Colombia. Es
una de las culturas con una tradición excepcional en el trabajo del oro en
Suramérica.
1532.
Francisco Pizarro llega a Perú para el comienzo de tres intentos por conquistar
al imperio Inca y colonizar Suramérica. En el camino se hace con grandes
cantidades de oro.
1537. Gonzalo
Jiménez de Quesada explora el territorio Muisca por primera vez.
1541. Francisco
de Orellana es el primer europeo en navegar el río Amazonas de punta a punta,
supuestamente inspirado por la búsqueda de El Dorado.
1594.
Sir Walter Raleigh hace la primera de dos expediciones en búsqueda de El
Dorado. En la segunda lo acompaña su hijo Watt, quien murió en el trayecto.
1772. El
científico Alexander von Humboldt y el botánico Aimé Bonpland viajan a Suramérica
para acabar con el mito de El Dorado de una vez y para siempre. Regresan a
Europa para difundir su versión de que El Dorado nunca había existido más que
en los sueños de los conquistadores.
En el libro de Freyle, "La conquista
y descubrimiento del reino de la Nueva Granada", publicado en 1636, el
cronista cuenta cómo cuando el jefe de los Muisca moría, se daba inicio a un
proceso de sucesión para escoger al "líder dorado" o "El
Dorado".
El nuevo jefe de la comunidad,
generalmente un sobrino del anterior líder, pasaba por un largo proceso de
iniciación que culminaba con acto final, en el que remaba en una canoa por un
largo sagrado, tal como la laguna de Guatavita.
El jefe se presentaba desnudo, sólo
cubierto por polvo de oro. Rodeado de cuatro sacerdotes de alto rango adornados
con plumas, coronas de oro y demás ornamentos, hacía una ofrenda de objetos
dorados, esmeraldas y otros materiales preciosos a los dioses, que arrojaba al
lago.
La orilla del lago circular se llenaba de
espectadores ricamente aderezados que tocaban instrumentos musicales y
encendían fuegos que casi bloqueaban la luz solar que bañaba el lago. La canoa
misma llevaba cuatro fogatas que lanzaban columnas de incienso a los cielos.
Una vez en el centro del lago, uno de los
sacerdotes izaba una bandera señalando a la muchedumbre que hiciera silencio.
Este momento marcaba el punto en que la multitud juraba fidelidad a su nuevo
líder, gritando su aprobación desde la orilla.
Equilibrio cósmico
Muchos aspectos de esta interpretación de
los eventos han sido validados por una minuciosa investigación arqueológica, la
cual también revela la habilidad excepcional y la escala de producción de oro
en Colombia al momento de la llegada de los europeos, en 1537.
Dentro de la sociedad Muisca, el oro, o
más específicamente una aleación de oro, plata y cobre llamada tumbaga, era muy
apreciada, no sólo por su valor material sino por su poder espiritual, por su
conexión con las deidades y su habilidad para mantener el balance y la armonía
dentro de la sociedad.
La Balsa Muisca es una de las principales piezas representativas de la avanzada técnica por esa cultura prehispánica. |
"Para los Muisca de hoy, como para
nuestros ancestros, el oro no es más que una ofrenda. El oro no representa
riqueza para nosotros", afirma Enrique González, descendiente de Muiscas.
Una investigación reciente llevada a cabo por María Alicia Uribe Villegas del Museo del Oro en Bogotá y Marcos Martinon-Torres del Instituto de Arqueología del University College de Londres muestra que estos objetos de "oro" eran hechos específicamente para usarlos en forma inmediata como ofrendas a los dioses, a quienes se pedía balancearan el cosmos y aseguraran una relación equilibrada con el ambiente.
Una investigación reciente llevada a cabo por María Alicia Uribe Villegas del Museo del Oro en Bogotá y Marcos Martinon-Torres del Instituto de Arqueología del University College de Londres muestra que estos objetos de "oro" eran hechos específicamente para usarlos en forma inmediata como ofrendas a los dioses, a quienes se pedía balancearan el cosmos y aseguraran una relación equilibrada con el ambiente.
Según el arqueólogo Roberto Lleras Pérez,
experto en orfebrería Muisca y sistemas de creencias, la creación y el uso que
los Muisca le dieron al metal precioso era especial dentro de Suramérica.
"Hasta donde sé, ninguna otra
sociedad dedicó más de la mitad de su producción a las ofrendas votivas",
dice.
Los objetos de oro, como la colección de
tunjos (ofrendas generalmente planas, con figuras antropomórficas) que se
encuentran en exposición digital en el Museo Británico, fueron hechas
utilizando un proceso por el cual se creaban delicados moldes de arcilla sobre
modelos de cera, de los que se sacaban las piezas de oro.
Como todos los objetos tienen la misma
"firma química" y marcas de manufactura, está claro que estaban
destinados específicamente a las ofrendas divinas. Es posible que se hicieran
apenas unas horas o días antes de ser depositadas en el lago.
Deslumbrados
La forma en que la
historia se transformó en el mito de una legendaria ciudad de oro revela cómo
el metal precioso era una fuente de riqueza material para los conquistadores.
Ellos no entendían su valor verdadero para la sociedad Muisca. Las mentes del
Viejo Continente simplemente no podían procesar la idea de cuánto oro podía
haber sido arrojado al fondo de un lago y enterrado en otros sitios sagrados de
Colombia.
Los "tunjos" también eran dejados como ofrendas en cuevas. |
En 1537 el
conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada y su ejército de 800 hombres se
apartaron de su misión de encontrar una ruta a Perú y terminaron en la tierra
de los Muisca por primera vez.
Quesada y sus
hombres se adentraron cada vez más profundo en territorios extraños e
inhóspitos donde muchos perdieron la vida. Pero lo que encontraron los
deslumbró. El trabajo en oro de los Muisca no se parecía a nada que hubieran
visto antes.
Trágicamente, la
cacería desesperada de oro sigue viva. Los arqueólogos que trabajan en
institutos de investigación como el Museo del Oro están luchando contra una ola
creciente de saqueadores.
La cantidad
descubierta es impresionante. En los años 70, el número de nuevos lugares
hallados fue tal que el precio mundial del oro se desplomó.
Como consecuencia,
la gran mayoría de los objetos preciosos precolombinos de oro han sido
derretidos y su valor real como pistas para entender el trabajo de una cultura
antigua se han perdido para siempre.
Afortunadamente,
las colecciones que sobrevive en sitios como el Museo del Oro y el Museo
Británico pueden abrir una ventana para entender las diferentes perspectivas
sobre el valor material y la percepción humana, y aún más importante, entender
la verdadera historia detrás del mito de El Dorado.
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